martes, 13 de marzo de 2018

Instrumentos de Evaluación (III)


Solo se puede evaluar  lo que se muestra
Para llevar adelante un proceso de evaluación se plantean, en primera instancia, los objetivos de dicha actividad. ¿Qué se quiere evaluar? ¿Cuál es el objeto de ese proceso que conlleva una interacción entre el docente y el estudiante? Este último punto no se puede soslayar nunca, el estudiante es una persona en situación de aprendizaje.
Esta interacción requiere que el docente plantee una consigna o instrucción a fin de que los estudiantes se movilicen mostrando sus habilidades. No se evalúan ideas o conocimientos, sino la manifestación o la conducta que los educandos llevan adelante en coherencia con lo aprendido.
No en pocas oportunidades se comete la falacia de mostrar resultados evaluativos que se ufanan de medir los aprendizajes  de manera casi “telepática”.  Los juicios de valor sobre el rendimiento sólo son factibles y veraces  en la medida en que el estudiante ponga en juego sus habilidades cognitivas y motoras y en que el docente pueda tomar cuenta profesionalmente de sus progresos efectivos.
En este sentido la instrucción, correctamente redactada, efectiviza la motivación estudiantil y permite al observador desarrollar estrategias para promover la interiorización de un saber y el autoconocimiento de ambos sobre el estado del proceso de aprendizaje.