lunes, 12 de marzo de 2018

Instrumentos de Evaluación Escolar (II)


Una Evaluación no es una prueba
Las pruebas miden el conocimiento o nivel de habilidad que un estudiante ha alcanzado; se trata de dispositivos mediante los cuales se obtiene una muestra del dominio por parte del estudiante de un contenido específico. Este comportamiento académico es, a posteriori, evaluado y puntuado mediante un proceso estandarizado.
Es decir, la prueba es un producto que mide un comportamiento particular y,  conceptualmente se diferencia bastante de la evaluación. Esta última es un procedimiento que es concretado antes, durante y después de la situación de aprendizaje. Antes, para determinar los aprendizajes basales sobre los que se estructuran los nuevos, de manera que lo aprendido sea significativo.
Durante la situación de aprendizaje se observan los procedimientos que los estudiantes llevan adelante para acceder a la información, su decodificación y aplicación para salvar las dificultades que plantean las consignas; promoviendo la metacognición de las estrategias y técnicas del aprendizaje. Y, después, para sacar provecho de los resultados, especialmente de los errores que adecuadamente trabajados pueden convertirse en nuevos aprendizajes.
Más allá de los resultados, aparece la evaluación como una acción que incluye el análisis y la valoración de los logros alcanzados, como también la metacognición acerca del modo en que se han desarrollado los procesos que condujeron a esos logros y el conocimiento de las causas que los facilitan o obstaculizan.
Para mejorar su rendimiento, el estudiante debe analizar los resultados alcanzados y reflexionar acerca de cómo y por qué se han logrado; y en el caso de haber hecho intentos fallidos, proseguir con el aprendizaje a partir de esos fallos. Frecuentemente se manifiesta desinterés por los resultados no deseados y son precisamente éstos los que en mayor medida promueven el desarrollo cognitivo. En este sentido una educación de calidad no puede soslayar estas estrategias.