Una Evaluación no es
una prueba
Las pruebas miden el conocimiento
o nivel de habilidad que un estudiante ha alcanzado; se trata de dispositivos mediante los cuales se obtiene una muestra del dominio por parte del estudiante de
un contenido específico. Este comportamiento académico es, a posteriori, evaluado
y puntuado mediante un proceso estandarizado.
Es decir, la prueba es un producto que mide un comportamiento
particular y, conceptualmente se diferencia
bastante de la evaluación. Esta última es un procedimiento que es concretado antes, durante y después de la
situación de aprendizaje. Antes, para determinar los aprendizajes basales sobre
los que se estructuran los nuevos, de manera que lo aprendido sea
significativo.
Durante la situación de
aprendizaje se observan los procedimientos que los estudiantes llevan adelante
para acceder a la información, su decodificación y aplicación para salvar las dificultades
que plantean las consignas; promoviendo la metacognición de las estrategias y
técnicas del aprendizaje. Y, después, para sacar provecho de los resultados,
especialmente de los errores que adecuadamente trabajados pueden convertirse en
nuevos aprendizajes.
Más allá de los resultados,
aparece la evaluación como una acción que incluye el análisis y la valoración
de los logros alcanzados, como también la metacognición acerca del modo en que
se han desarrollado los procesos que condujeron a esos logros y el conocimiento
de las causas que los facilitan o obstaculizan.
Para mejorar su rendimiento, el estudiante
debe analizar los resultados alcanzados y reflexionar acerca de cómo y por qué
se han logrado; y en el caso de haber hecho intentos fallidos, proseguir con el
aprendizaje a partir de esos fallos. Frecuentemente se manifiesta desinterés
por los resultados no deseados y son precisamente éstos los que en mayor medida
promueven el desarrollo cognitivo. En este sentido una educación de calidad no
puede soslayar estas estrategias.