Los desafíos del objeto y de las prácticas.( Nadie habla
de los instrumentos)
Se acuerda, en general, que la evaluación escolar debe ser
formativa. Si así se la concibe, es
primordial evaluar no sólo conocimientos sino sobre todo actitudes y valores.
En las prácticas pedagógicas el accionar se vuelve
especulativo cuando abordamos estos tópicos; es lógico, hacemos agua en el campo
instrumental. El primer desafío entonces es: ¿cómo crear instrumentos eficaces
y oportunos para valorar el desarrollo de estos aspectos en el estudiante?
El segundo desafío importante es: ¿cómo garantizar que la
evaluación esté integrada efectivamente en el proceso de enseñanza-aprendizaje y
no quede disociada del mismo?
Suarez (1978) afirma que la evaluación debe referirse al logro de objetivos, a los elementos que
intervienen en el proceso y al contexto en que se desarrolla la enseñanza. He aquí
tres pilares que deben considerarse atentamente y de manera integral. Una práctica
que los soslaye suele atentar contra la veracidad y, por ende, contra la eficiencia del proceso
evaluativo.
El tercer desafío consiste en determinar mediante el
consenso profesional: ¿cuáles son las actitudes y valores que constituyen
objetos de evaluación? Se podría resumir: aquellos que procuren, faciliten y
fomenten los procesos de subjetivación acordes con los parámetros culturales.
Es cierto que podríamos desglosar de esta afirmación algunos debates; no
obstante sirve, momentáneamente, para continuar con el discurso.