La ropa
de los lunes
Dos hombres con sus fantasmas y un
pasado peligroso cobran realidad en medio de un evento inesperado.
Personajes:
Eduardo: exitoso abogado de 35 años. Vive solo en el último piso del edificio.
Viste a la moda.
Ignacio: portero del edificio de 60 años, canoso, viste overol de trabajo.
Sótano de un edificio. Hay canastos con ropa, pilas
de revistas y diarios, cajas viejas, un lavarropas, enceres de limpieza,
etc. Se produce un terremoto. Hay
pequeños desmoronamientos por lo que todo está cubierto con polvo. La escena
aparece a oscuras, se sienten ruidos típicos de un sismo y luego se va encendiendo una luz tenue casi
amarilla. Dos hombres caídos en el piso y sucios de polvo. Una va levantándose
poco a poco, dolorido con una herida reciente en la cabeza. Camina tambaleante
y ve al otro hombre. Intenta reanimarlo y lo reconoce.
E: -
¡Ignacio! ¡Ignacio! Vamos… ¿estás bien? (Ignacio
despierta y va adquiriendo movilidad lentamente)
I: - ¿He? ¡Doctor...!
(Balbucea) ¿Qué pasó?
E: - Terremoto
hombre. Un terremoto parece. ¿Cómo estás?
(Lo incorpora y lo sienta
apoyándolo sobre una pila de ropa)
I: - Creo
que bien. (Mira alrededor) ¿Y el
edificio? La señora Matilde del quinto... ¿Cómo estará? ¿Y don Roberto del
tercero?
E: - (mira alrededor) Seguro mejor que
nosotros. (Va hacia la puerta y trata de
abrirla) Se trabo la puerta…estamos
jodidos. ¡Mierda!
I: - Se
debe haber movido el marco.
E: - La
rompemos con algo (busca algún objeto por
el piso)
I: - No se
gaste. Después de los robos se cambió la puerta por una reforzada. La propaganda decía “inespungable ““Convierta
su casa en una fortaleza” Bueno…ahí esta…la puerta ines…bueno eso. A lo mejor
con un soplete…
E: -
¿Tenemos acá un soplete?
I: - No
que yo sepa...
E: -
Entonces…por qué no dejas de decir boludeces.
I: - Bueno,
tranquilo…seguro los bomberos nos vienen a sacar.
E: - ¿A
vos te parece que los bomberos van a buscar en el sótano a las tres de la
mañana? (mira el teléfono) Encima no
hay señal. ¿Qué hacías acá a esta hora?
I: - Yo vivo
acá en la planta baja. ¿Vio? Sentí ruidos y me dije: “Otra vez los chorros
hijos de puta” Agarré el palo, yo tengo un palo de basebola que una vez me
regalo un vecino ¿sabe? Agarré el palo y baje…y ahí fue cuando empezó el coso este…
(Saca una petaca y bebe compulsivamente)
E: - El
movimiento sísmico.
I: - ¡Eso!
Y a usted lo salvó el sísmico, porque dormido como venia lo iba a confundir con
un chorro y seguro ligaba algún palazo.
E: - ¿Me
ibas a pegar sin preguntar?
I: -
Siempre hay tiempo para preguntar después.
E: - ¿Y si
yo era el loco del cuchillo que anda asustando a todo el barrio?
I: - ¿Qué?
E: - ¿No
te enteraste? Pensé que los porteros se conocían todos los chismes…
I: - Y
usted, ¿qué hace acá?
E: - ¡Insomnio!
Una Mierda. Y ya que no podía dormir me
vine a lavar la ropa que tenia amontonada. Ahora que lo pienso, esto me pasa
por hacerle caso a mi vieja. Siempre me decía que tenía que lavar todos los
lunes. Debería “atesorar” más la mugre.
I: - (pensativo) Mire lo que son las cosas…
¡Justo hoy me vengo a quedar encerrado!
E: - ¿Por
qué justo hoy?
I: -
Porque hoy me tocaba franco. (Bebe de la
petaca)
(Sonidos de sirenas y gritos lejanos)
E: - No lo
puedo creer…que tiempo perdido… (Va hasta
la puerta, golpea y grita) ¡Con todo lo que tenía que hacer hoy!
I: - Bueno,
bueno, tranquilo. En el noticiero dijeron que ahora la vida es más larga ¿Y
usted que espera de la vida? Ya que tenemos que esperar…
E: - No sé… (Ofuscado por la pregunta) No sé, estar
bien supongo Como todo el mundo. Tener lo necesario para una vida cómoda.
I: - ¿Y no
se…? ¿Cómo se dice? ¿No se frustra a veces?
E: - Y si…
a veces. Puede ser.
I: -
Bueno. ¿Ve? Yo no me frustro nunca. (Eduardo
lo mira con curiosidad) Como no espero nada…nunca me frustro. Lo que
viene…que venga. Me parece que la gente
corre detrás de lo que quiere y cuando lo tiene ya no lo quiere. (Eduardo lo mira confundido) Veo que es
muy complicado para usted. (Irónico). Es como un círculo (dibuja un cuadrado en el aire con el índice)
E: - Eso
es un cuadrado.
I: - Es
usted (vuelve a dibujar el cuadrado en el
aire)
E: - ¡Me
parece que me estás ofendiendo!
I: -
Problema suyo. (Ríe) Vamos no se enoje. Un chiste. Ya que tenemos que esperar… (Se escuchan ruidos a escombros que caen) (Silencio)
(Ambos miran alrededor) Pensándolo bien…es un buen día para morir (Eduardo lo mira abatido) Lástima…
E: -
¿Lástima?
I: -
Lástima que la última cara que voy a ver es la suya. (Ríe a carcajadas)
E: - ¿Otra
vez?
I: - Sólo
es un…
E: -
Chiste...ya sé. ¿A vos te parece que es momento para hacer bromas? ¿No te
importa nada?
I: - Toda
mi vida me preocupé por todo y al final… ¡Mire donde estamos! (sonríe y bebe)
E: - No sé
qué tipo de preocupaciones puede tener una persona como vos.
I: - ¡Ha!
¡Mostró la hilacha! Lo dice porque soy pobre.
E: -
Bueno. No quería decir eso exactamente. Pero, ¿Qué sabés vos de estar
compitiendo todos los días para poder mantenerte en un puesto? ¿O sobrevivir en
un mercado tan salvaje? ¿O despertarte cada mañana tratando de adivinar quién
te va a querer cagar?
I: - Usted
cree que lo único que tengo son necesidades. (Piensa) Puede ser. Pero si necesito, estoy vivo. ¿No? Igual yo
trato de no necesitar.
E: - Claro
hacés la más fácil. Sos el perfecto conformista.
I: - Yo
veo todos los días a la gente que entra y sale, sube y baja. Nadie saluda,
¿vio? Van apurados. Con cara de mierda,
¿sabe? Mire lo que le voy a decir…muchas veces quise pararlos y
preguntarles ¿A dónde va? Bah. Una vez
lo hice...le pregunté a la señora Matilde del quinto ¿He, a dónde va tan apurada? Era como un
chiste para entrar en conversación, ¿vio? A la señora no le gustó, me miró feo
y me gritó “que le importa pelotudo”.
E: - Bueno
no deberías meterte en la vida de la
gente.
I: - Si
debe ser así. Usted es abogado así que debe tener razón.
E: - La
gente tiene sus preocupaciones; tal vez
anda mal y lo que menos espera es un pelot.. un portero que actúe como la
Inquisición.
I: - No,
pero yo no quiero hacer Incus…eso. Me da como lástima la gente que va apurada.
Que no se detiene para a saludar, para sonreír, que se yo…como vivir más, ¿no?
E: - Yo
ando apurado con frecuencia. ¿Y por eso me tenés lastima? Pero ¿quién te crees que sos? ¿Quién sos
para juzgar así a la gente?
I: - No,
nadie. No soy nadie. No se enoje, yo decía nomás. (Bebe)
E: - ¿No
crees que ya tomaste demasiado?
I: -
Seguro que no, porque todavía puedo oírlo doctor. (Sonríe)
(Se sienten ruidos lejanos de sirenas, y una
explosión)
E: - ¿Será
en este edificio? (va hasta la puerta
grita y golpea)
I: -
Tranquilo. Los bomberos van a venir. Y además tienen perros de esos ¿vio? que
buscan gente.
E: -
Buscan cadáveres.
I: - Si,
también. Venga, descanse, mi abuelo decía que campo descansado da buena
cosecha.
E: - ¡Que
sabio tu abuelo! (irónico)
I: - ¿Vio?
Y eso que lo único que hacía era trabajar un campito. Se murió joven. Yo tenía como diez pero me
acuerdo.
E: - ¿De
qué murió?
I: - La
verdad, nunca se supo. Lo encontré yo. Me acuerdo. Era de madrugada. El salía
temprano, ¿vio? Estaba sentado en el tractor con los ojos perdidos en el
horizonte. Tranquilo. Nunca lo vi tan tranquilo. Hacía frio. Él estaba frío.
Muy frío. Lo llamé pero no me habló. (Se
emociona) Estaba tranquilo. Y yo lo
quería. Era más un padre que un abuelo. Bueno, no tuve padre. (Se le
corta la voz)
E: -
Bueno, no sos el único. El hijo de puta de mi viejo se rajó cuando yo era
chico. Ni me acuerdo quién es. Bueno, mejor. A esta altura tendría que estar
soportando a un viejo choto que te llena la cabeza de consejos. Tengo un amigo
que le pasa eso. Putea todo el día.
I: - Bueno,
pero a lo mejor tenía alguna razón para irse. Su padre, digo.
E: - A
esta altura ni me interesa.
I: - Pero
es importante tener… (Pausa) Bueno, no
me haga caso. Uno se va haciendo viejo. Piensa
más en lo que hizo ayer. Y el pasado está lleno de fantasmas. ¿Vio? Mire, ¿quiere
que le diga más?
E: - ¡No!
I: - Le
digo más. El día más feliz de mi vida fue cuando nació mi hijo; pero después…todas,
todas malas decisiones. Ya no se pueden cambiar, doctor. Esa es la cagada con
el pasado.
E: - Ah,
tiene un hijo el filósofo. (Irónico)
I: - No,
yo no... Bueno, tenía. Yo…le quería decir…
E: -¡Basta!
Qué, ¿me vas a dar consejos ahora? Guardátelos.
(Ruidos de muebles corriéndose y escombros
cayendo)
E: -
Parece que están cerca. Ojala nos escuchen. (Va a la puerta, golpea y grita)
I: -
¿Usted vivió sólo con su madre? Cuando su padre se fue, digo. ¿Todavía vive con
ella?
E: - ¿Eh?
Si, no. No sé a qué viene esto ahora. Parece que no entendés. ¿Ya te atacó el
alemán? ¡Estamos encerrados! ¿O ya te olvidaste? ¡Estamos en-ce-rra-dos! ¡Y cómo
vamos, con pocas posibilidades de salir!
I: - Si,
ya sé que…
E: - ¡No!
Parece que no sabés nada. ¡Cómo podés estar tan tranquilo! ¡Podemos morir acá! Ahogados por el polvillo
o por el humo; aplastados; o quedarnos sin aire. Y vos así, el tipo tranquilito
como si estuviera tomando mates en el parque.
I: - Unos
mates vendrían bien. ¿A usted le gustan amargos o dulces?
E: - No,
si yo estoy cagado por un elefante. Terminar encerrado en este sótano de mierda
con este viejo pelotudo. ¿Por qué carajo se me ocurre lavar la ropa hoy? ¡La
concha de la lora! ¿Por qué mierda me tuve que venir a vivir a este edificio de
mierda?
I: -
Tranquilícese. No va a lograr nada poniéndose nervioso.
E: - No sé
que me saca más: estar encerrado o que vos me quieras tranquilizar.
Evidentemente no te da la cabeza para darte cuenta del problema. Bueno… portero,
¿qué se puede esperar? Saben barrer y ya
los contratan.
I: - No
vaya a creer, yo tengo el primario.
E: - ¡Ah!
Bueno, menos mal. (irónico)
I: - (murmurando
y aparte) Esta medio estúpido este muchacho.
E: - ¡Acá
el único estúpido es usted!
I: - Ah,
me estaba escuchando.
E: -
(señalando alrededor) Y si…es un país chico.
I: - No
tenga miedo, ya todo va a terminar.
E: - No
tengo miedo.
I: -
Debería.
E: - ¿Qué?
I: - Digo
que raro que una persona como usted, profesional y sabio, tenga miedo.
E: - Ya te
dije que no tengo miedo
I: - Hace
bien en tener miedo. Mire lo que son las cosas, a mí los miedos me gustan. ¿Vio
que la gente se escapa de los miedos? Bueno, yo los uso. Si, en serio. Bueno, lo que
pasa es que me cansé de tener miedo. Al
final se trata de sobrevivir. ¿No? Vivir es difícil. Usted capaz que no lo sabe
porque tuvo una buena vida.
E: - No
vaya a creer. No es fácil crecer con media familia. Mi vieja laburó muchísimo.
Mientras estudiaba la veía que no paraba y no paraba. Dos trabajos y no
alcanzaba. Y cuando al fin me recibí y conseguí un laburo yo… Hubo un robo en
casa, la encontraron muerta, acuchillada. No sé que le iban a robar a la pobre
vieja. (Ignacio se desploma y cae de
rodillas) Eh, ¿qué te pasa? Debe ser el encierro.
I: - (Se recupera y balbucea) Si, sí, eso
debe ser. (Pausa larga) Nada tiene sentido en la vida si todo termina con la
muerte. ¿No le parece?
E: - ¿Le
tenés miedo a la muerte?
I: - Antes
sí. Cuando estaba vivo.
E: -¡Ahora
estas muerto! Con razón el olor...
I: - Pero
no crea, morir no es fácil. Hay que saber morir. (Pausa y sonríe) Ahora que lo pienso: saber morir cuesta la vida,
(sonríe) Lo leí por ahí. (Ríe a
carcajadas y Eduardo lo mira fastidiado) ¿Otra vez no lo entiende? Decía,
saber morir…
E: -
Basta, dejalo ahí.
I: - Es
que la muerte es una porquería, al final te mata. (Carcajadas)
E: - (murmurando) ¡Dios mío! Qué pelotudo es
este tipo.
I: - ¡Epa!
E: -
Estaba escuchando.
I: - Y…es
un país chico. (Pausa) Doctor, ¿usted cree en Dios?
(Se
escuchan golpes cercanos desde el exterior)
E: - ¿A
qué viene eso?
I: - Como
dijo “Dios mío”…curiosidad.
E: - Creer
por creer es una pelotudez. Hoy la gente cree en cualquier cosa y así le
va. Yo desconfío de todo. Es la única
manera de sobrevivir.
I: - En
algo hay que creer. Yo creo en Dios y creo en las casualidades. Mire donde
vengo a conocerlo. (Bebe)
E: - No te
ofendas pero, yo no tenía intenciones de conocerte, y menos en estas
circunstancias.
I: - No
si, lo entiendo. Quien iba a querer
conocer a un portero, ¿no? Aunque los porteros conocemos a todos. (Pausa larga) Pero todos creemos en algo
más allá de la vida, ¿no? Aunque a veces cuando pasan cosas como estas uno
piensa por qué Dios lo permite. O como el tipo ese que usted llama el loco del
cuchillo…como es que Dios lo permite.
E: - Dios
es un invento para tipos ignorantes. Cuando no saben algo, aparece dios. Son
patéticos. ¡dios! ¿Me escuchaste? (mira hacia arriba)
I: - Acá
estoy, acá sentado. (Sonríe)
E: - (Mira a Ignacio con fastidio y recita)
“¿Está dispuesto Dios a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es
omnipotente. ¿Puede hacerlo pero no está dispuesto? Entonces es malévolo. ¿Es
capaz y además está dispuesto? Entonces de donde proviene la maldad. ¿No es
capaz y tampoco está dispuesto? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?”
I: -
Doctor, ¡Usted es un genio!
E: - Yo
no, en todo caso Epicuro. De la facultad…
I: - Igual
no entendí mucho pero, ¡qué discurso! ¡Usted podría ser político!
E: - Lo
que me faltaba. Seguro que el voto tuyo ya lo tengo.
I: - ¡Ni
lo dude! Y de todo el sindicato de porteros.
(Se escuchan ladridos lejanos)
I: -¿Qué
le dije? Andan con perros.
(Eduardo va hasta la puerta, golpea y grita)
E: - La
puta madre. Hasta cuándo vamos a estar acá.
(Ignacio
toma una revista vieja, le sacude el polvo y lee)
I: -
“¿Cómo salir del encierro?”
E: - ¿Qué
decís?
I: - Acá
dice: “Cómo salir del encierro” (E. lo
mira angustiado) “Para salir del encierro, salga a pasear por un parque,
haga ejercicios, conozca gente, cómprese un perro…” Ah, lo del perro esta bueno,
yo me acuerdo…
E: - Dejá
de decir boludeces. Estamos por morir ahogados y vos leyendo pavadas.
I: -
Bueno, hay que matar el tiempo. (Pausa)
Hablando de matar…
E: -
¡Basta! Parece que disfrutaras de todo esto, ¿no?
I: -
Bueno, bueno, no es para tanto. Piense que si salimos va a tener una buena
experiencia para contarles a sus amigos.
E: - No
tengo amigos.
I: - Ahora
me va a decir también que tener amigos es una pérdida de tiempo, ¿no?
E: - Ya lo
creo. Al final todos te cagan, están con vos por conveniencia pero cuando no te
necesitan, chau.
I: -
Bueno, en eso somos parecidos, ¿vio? Yo tampoco tengo amigos. Se me han ido
muriendo todos. Por eso nadie me va a venir a buscar. (Pausa) ¿Y a usted quien lo vendría a buscar ahora?
E: - (Eduardo calla pensativo. Toma su celular e intenta comunicarse)
La puta madre, todavía no hay señal.
I: - ¿A
quién quiere llamar?
E: - ¿A
vos qué te importa?
I: -
Aunque no lo crea, me importa. ¿Por qué
quiere salir de acá? Si estamos bien. Aproveche la tranquilidad. Acá nadie lo
molesta. ¿Se dio cuenta? Acá nada vale. Sólo la vida vale. Sólo la vida,
doctor. Seguro que afuera usted tiene muchas cosas que valen mucho. ¿No? Pero
acá todo eso no sirve para nada. Ni el teléfono le anda.
E: - Vos hablás
porque no tenés donde caerte muerto.
I: - Ah,
pero usted es más cerrado que culo de estatua.
E: -
Callate de una vez.
I: - ¿No
entiende lo que le digo? Mire, usted es muy joven para estar encerrado acá. Es
muy joven para morir. Pero tómelo con calma, es como un aprendizaje. No todos
tienen la oportunidad para aprender qué es lo valioso, lo importante. Y si no
sale de acá, por lo menos muera con dignidad.
E: - ¿Vos
sabés que no te escucho? ¡No te escucho! (Se
tapa los oídos)
I: - Ah,
porque no me escuche la puerta se va a abrir sola (irónico) ¿Qué tiene ahora? La vida. Ah, y la ropa sucia de los
lunes (ríe). ¡Nada más! ¿Vio? Para
respirar no hace falta nada más.
E: - ¡No
te escucho!
I: - Nunca
me escuchó. Los mensajes en la casilla de correo. O en el teléfono. Yo le
avisaba. Le decía “disfrute de la vida, doctor”, “la vida es corta, doctor”.
E: - ¿Eras
vos?
I: - Ah,
ahora me escuchó.
E: - ¡Eras
vos! ¡Qué hijo de puta! Sos una mierda. Primero pensé que era propaganda de un
seguro de vida. Después me convencí que eran amenazas por algún caso. ¡Eras
vos!
E: - Pero
usted no me escuchó. Vivía comprando cosas: autos, buena vida, hasta abrazos.
Pero, ¿sabe doctor? Hay cosas que no se compran. Yo le digo porque de eso sé un
montón. Por eso estamos solos. Y mire como terminamos. ¡No lo puedo creer!
¡Qué justo el sísmico! Usted y yo encerrados juntos. (Pausa larga)
E: - ¡No
vamos a salir más de acá! ¡La puta madre! (Pasa del enojo al abatimiento) Terminar
así. Yo quería otra cosa. Toda mi vida me la pasé corriendo, buscando. Quería
que mi mamá, esté donde esté, se sintiera orgullosa de mí. Quería mostrarle que
pude. Tenía sueños, ¿viste?, como todo el mundo, pero todo cuesta. A veces, cuando estoy por dormir, cierro los
ojos y la veo. Ella hacia algo con su sonrisa que me encantaba. Aunque te
estuviera retando por alguna cagada siempre, en algún momento, se le escaba esa
sonrisa. No era una risa, era un movimiento diminuto de los labios; se le
formaban como dos huequitos… Y cuando
había ruidos y gritos, jugábamos a las escondidas, ella contaba y yo me
escondía, me tapaba los oídos, pero igual… Al final, cuando volvía el silencio,
siempre sentía su mano temblorosa que me rescataba de mi escondite y volvía a
su abrazo. Su abrazo era… fantástico.
Una vez, él me encontró. Tuve unas marcas por varias semanas. Me daba
vergüenza ir al cole. ¿Qué iban a decir los chicos? Que era un cagón, que me escon-
día en vez
de defenderla. Y un día los gritos desaparecieron. Una semana después cuando
volví del cole; un lunes, la llamé, la busqué, y no me contestó. Era muy raro,
porque siempre escuchaba su grito desde la cocina: “Lavate las manos, vamos a
comer” y sentía ese olorcito rico. Pero ese día no me gritó. Estaba boca abajo
en el piso de la cocina. A su alrededor, se había mezclado la salsa de la olla
con su sangre. Después no me acuerdo que
pasó. Se me borró todo lo demás.
I: -
(Aplaude estridentemente) ¡Bravo!
¡Bravo! (Irónico) ¡Usted sí que ha sufrido, doctor!
E: - ¿Por
qué no te vas a la mierda? La concha de tu hermana. ¡Qué pelotudo!
I: - ¡Epa!
Qué vocabulario doctor, ¿eso lo aprendió también en la facultad?
E: -
Resultaste una basura al final. No tenés respeto por nada.
I: - Ah,
¿quiere hablar de respeto? Bueno, hablemos de respeto. ¡Hablemos de respeto!
E; - ¡Ya
no quiero hablar!
I: - ¡Pero
yo sí! Por qué no hablamos del respeto
que tienen ustedes, los que se creen superiores. Ah. De eso no se habla ¿no? Si
usted mismo hace un rato me trato de “portero”. Como si fuera un trabajo de
mierda. (Bebe de la petaca, se termina y la tira)
E: - Hay
que ganarse el respeto. En vez de agarrar una botella hay que ponerse a
trabajar, hacer algo útil. O mejor, porque no empezás por respetarte a vos
mismo, forro.
I: ¿Ve lo
que le digo? Todos ustedes se creen mejores. ¿En su casa no le enseñaron el respeto?
E: - Si
que me lo enseñaron. Pero después la vida te enseña a quien debes respetar y a
quién no.
I: - Bueno,
después de todo somos diferentes.
E: - ¡Ya
lo creo! ¿Sabe qué? Sí, creo que soy mejor que vos. Yo me levanto todos los
días a laburar. Laburar en serio. Sentarse en la puerta a mirar a los que pasan
no es laburo. ¡Y encima te pagan!
I: - Ah;
¡porque el doctor trabaja para construir una sociedad mejor! (irónico) ¿Sabe como lo llaman a usted
en el barrio? ¡El carancho! Yo primero no sabía por qué lo llamaban así hasta
que pregunté. Me conto Pedro, el diariero del puesto de la esquina. ¿Vio? Usted
se la pasa corriendo detrás de la miseria por la guita. ¿Quiere que le diga más?
E: - ¡No!
I: - Le
digo más doctor, me enteré que ese departamento donde vive se lo quitó a un
tipo que tuvo un accidente.
E: -
¡Basta! No sabés lo que decis, borracho de mierda.
I: - Puede
ser que yo sea un borracho, doctor, pero no soy un hijo de puta. Un solo error
cometí en mi vida. Uno grande, que no me deja dormir. (Se acerca a Eduardo y éste lo aparta con un empujón)
E: - A
veces un solo error te condena. Se paga
con la vida.
I: - (Había empezado a buscar entre los trastos
del sótano; encuentra una botella; comienza a beber ansiosamente) La vida
es una mierda. No te deja levantar cabeza. Nadie te da bola…ni siquiera para
escupirte. Te echan de todos lados. Si todo el mundo chupa. ¡Ah! Pero claro…el
champán con yuyi no es como el tetrabri. Pero todos chupan igual. Y se
dan. Pero a los perros nos echan de
todos lados. (Se nota su estado de
ebriedad) Nadie entiende. Y después que te queda, nada. Te quitan la
familia, te quitan el techo, hasta la cama.
¡A la calle borracho de mierda! Todos son una mierda. La vida es una
bosta. ¿Y qué te queda? ¿He? ¿Qué queda? ¿Sabe qué queda doctor? ¡Nada! No, no
doctor, quedan unas ganas de mandar todo a la mierda. ¡Ah! Pero sólo no, sólo
no. Se vienen todos conmigo. (Ríe a
carcajadas)
E: - ¿De
qué carajo estás hablando? Dejá la botella. Dejala, te está comiendo el
cerebro.
I: - Y
usted ¿qué sabe? ¿Ahora es médico
también?
E: - ¡No
tomés más! Si te hace mal…
I: - Usted
no sabe nada, doctor. ¡Usted no sabe nada! (se acerca amenazante a Eduardo) ¿Qué
va a saber? Si usted es una mierda como todos ellos.
E: - (empuja a Ignacio y éste cae como peso
muerto) ¿Ves lo que te digo? Te hace mal. ¡Calmate! Quedate ahí.
I: - Si no
pensaba ir a ningún lado… (Se levanta
lentamente y va hacia los trastos) Usted no sabe nada. (Murmura) Usted no sabe, no sabe, no sabe una mierda, no sabe. (Mientras murmura busca en una caja de
cartón; saca una bolsa)
E: -
Mierda. ¡Mierda! (Va hacia la puerta y
golpea desesperado, asustado)
¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! ¡Sáquenme de acá! ¡Ayuda! Ayuda. (Va bajando la voz entre sollozos mientras
se desliza hacia el suelo con la espalda sobre la puerta) Por favor. Por
favor. Por Dios que termine esto. Que termine de una vez.
I: - (Saca de la bolsa un gran cuchillo, un haz
de luz ilumina el cuchillo que debe reflejar en toda la sala. El público lo ve
pero no Eduardo) ¿Sabe, doctor? Uno siempre tiene que terminar lo que empezó.
No tenga miedo doctor, no tenga miedo. Ya va a terminar todo.
(Comienza a sonar el celular de Eduardo)
(Ruidos de
escombros cayendo - Apagón – Ruidos de golpes y de un cuerpo cayendo – se
enciende una luz sobre Eduardo que está en el centro de la escena con el
cuchillo ensangrentado en la mano)
E: - Ahora sí se terminó, papa. Ahora sí.
Música y apagón final