miércoles, 28 de agosto de 2019


La ropa de los lunes
Dos hombres con sus fantasmas y un pasado peligroso cobran realidad en medio de un evento inesperado.

Personajes:
Eduardo: exitoso abogado de 35 años. Vive solo en el último piso del edificio. Viste a la moda.
Ignacio: portero del edificio de 60 años, canoso, viste overol de trabajo.

Sótano de un edificio. Hay canastos con ropa, pilas de revistas y diarios, cajas viejas, un lavarropas, enceres de limpieza, etc.  Se produce un terremoto. Hay pequeños desmoronamientos por lo que todo está cubierto con polvo. La escena aparece a oscuras, se sienten ruidos típicos de un sismo  y luego se va encendiendo una luz tenue casi amarilla. Dos hombres caídos en el piso y sucios de polvo. Una va levantándose poco a poco, dolorido con una herida reciente en la cabeza. Camina tambaleante y ve al otro hombre. Intenta reanimarlo y lo reconoce.

E: - ¡Ignacio! ¡Ignacio! Vamos… ¿estás bien? (Ignacio despierta y va adquiriendo movilidad lentamente)
I: - ¿He? ¡Doctor...! (Balbucea) ¿Qué pasó?
E: - Terremoto hombre. Un terremoto parece. ¿Cómo estás?  (Lo incorpora y lo sienta apoyándolo sobre una pila de ropa)
I: - Creo que bien. (Mira alrededor)  ¿Y el edificio? La señora Matilde del quinto... ¿Cómo estará? ¿Y don Roberto del tercero?
E: - (mira alrededor) Seguro mejor que nosotros. (Va hacia la puerta y trata de abrirla)  Se trabo la puerta…estamos jodidos. ¡Mierda!
I: - Se debe haber movido el marco.
E: - La rompemos con algo (busca algún objeto por el piso)
I: - No se gaste. Después de los robos se cambió la puerta por una reforzada.  La propaganda decía “inespungable ““Convierta su casa en una fortaleza” Bueno…ahí esta…la puerta ines…bueno eso. A lo mejor con un soplete…
E: - ¿Tenemos acá un soplete?
I: - No que yo sepa...
E: - Entonces…por qué no dejas de decir boludeces.
I: - Bueno, tranquilo…seguro los bomberos nos vienen a sacar.
E: - ¿A vos te parece que los bomberos van a buscar en el sótano a las tres de la mañana? (mira el teléfono) Encima no hay señal.  ¿Qué hacías acá a esta hora?
I: - Yo vivo acá en la planta baja. ¿Vio? Sentí ruidos y me dije: “Otra vez los chorros hijos de puta” Agarré el palo, yo tengo un palo de basebola que una vez me regalo un vecino ¿sabe? Agarré el palo y baje…y ahí fue cuando empezó el coso este… (Saca una petaca y bebe compulsivamente)
E: - El movimiento sísmico.
I: - ¡Eso! Y a usted lo salvó el sísmico, porque dormido como venia lo iba a confundir con un chorro y seguro ligaba algún palazo.
E: - ¿Me ibas a pegar sin preguntar?
I: - Siempre hay tiempo para preguntar después.
E: - ¿Y si yo era el loco del cuchillo que anda asustando a todo el barrio?
I: - ¿Qué?
E: - ¿No te enteraste? Pensé que los porteros se conocían todos los chismes…
I: - Y usted, ¿qué hace acá?
E: - ¡Insomnio! Una Mierda.  Y ya que no podía dormir me vine a lavar la ropa que tenia amontonada. Ahora que lo pienso, esto me pasa por hacerle caso a mi vieja. Siempre me decía que tenía que lavar todos los lunes.  Debería “atesorar” más la mugre.
I: - (pensativo) Mire lo que son las cosas… ¡Justo hoy me vengo a quedar encerrado!
E: - ¿Por qué justo hoy?
I: - Porque hoy me tocaba franco. (Bebe de la petaca)
(Sonidos de sirenas y gritos lejanos)
E: - No lo puedo creer…que tiempo perdido… (Va hasta la puerta, golpea y grita) ¡Con todo lo que tenía que hacer hoy!
I: - Bueno, bueno, tranquilo. En el noticiero dijeron que ahora la vida es más larga ¿Y usted que espera de la vida? Ya que tenemos que esperar…
E: - No sé… (Ofuscado por la pregunta) No sé, estar bien supongo Como todo el mundo. Tener lo necesario para una vida cómoda.
I: - ¿Y no se…? ¿Cómo se dice? ¿No se frustra a veces?
E: - Y si… a veces. Puede ser.
I: - Bueno. ¿Ve? Yo no me frustro nunca. (Eduardo lo mira con curiosidad) Como no espero nada…nunca me frustro. Lo que viene…que venga.  Me parece que la gente corre detrás de lo que quiere y cuando lo tiene ya no lo quiere. (Eduardo lo mira confundido) Veo que es muy complicado para usted. (Irónico).  Es como un círculo (dibuja un cuadrado en el aire con el índice)
E: - Eso es un cuadrado.
I: - Es usted (vuelve a dibujar el cuadrado en el aire)
E: - ¡Me parece que me estás ofendiendo!
I: - Problema suyo. (Ríe) Vamos no se enoje. Un chiste. Ya que tenemos que esperar… (Se escuchan ruidos a escombros que caen) (Silencio) (Ambos miran alrededor) Pensándolo bien…es un buen día para morir (Eduardo lo mira abatido) Lástima…
E: - ¿Lástima?
I: - Lástima que la última cara que voy a ver es la suya. (Ríe a carcajadas)
E: - ¿Otra vez?
I: - Sólo es un…
E: - Chiste...ya sé. ¿A vos te parece que es momento para hacer bromas? ¿No te importa nada?
I: - Toda mi vida me preocupé por todo y al final… ¡Mire donde estamos! (sonríe y bebe)
E: - No sé qué tipo de preocupaciones puede tener una persona como vos.
I: - ¡Ha! ¡Mostró la hilacha! Lo dice porque soy pobre.
E: - Bueno. No quería decir eso exactamente. Pero, ¿Qué sabés vos de estar compitiendo todos los días para poder mantenerte en un puesto? ¿O sobrevivir en un mercado tan salvaje? ¿O despertarte cada mañana tratando de adivinar quién te va a querer cagar?
I: - Usted cree que lo único que tengo son necesidades. (Piensa) Puede ser. Pero si necesito, estoy vivo. ¿No? Igual yo trato de no necesitar.
E: - Claro hacés la más fácil. Sos el perfecto conformista.
I: - Yo veo todos los días a la gente que entra y sale, sube y baja. Nadie saluda, ¿vio? Van apurados.  Con cara de mierda, ¿sabe? Mire lo que le voy a decir…muchas veces quise pararlos y preguntarles  ¿A dónde va? Bah. Una vez lo hice...le pregunté a la señora Matilde del quinto  ¿He, a dónde va tan apurada? Era como un chiste para entrar en conversación, ¿vio? A la señora no le gustó, me miró feo y me gritó “que le importa pelotudo”.
E: - Bueno  no deberías meterte en la vida de la gente.
I: - Si debe ser así. Usted es abogado así que debe tener razón.
E: - La gente tiene sus preocupaciones;  tal vez anda mal y lo que menos espera es un pelot.. un portero que actúe como la Inquisición.
I: - No, pero yo no quiero hacer Incus…eso. Me da como lástima la gente que va apurada. Que no se detiene para a saludar, para sonreír, que se yo…como vivir más, ¿no?
E: - Yo ando apurado con frecuencia. ¿Y por eso me tenés lastima? Pero ¿quién te crees que sos? ¿Quién sos para juzgar así a la gente?
I: - No, nadie. No soy nadie. No se enoje, yo decía nomás. (Bebe)
E: - ¿No crees que ya tomaste demasiado?
I: - Seguro que no, porque todavía puedo oírlo doctor. (Sonríe)
(Se sienten ruidos lejanos de sirenas, y una explosión)
E: - ¿Será en este edificio? (va hasta la puerta grita y golpea)
I: - Tranquilo. Los bomberos van a venir. Y además tienen perros de esos ¿vio? que buscan gente.
E: - Buscan cadáveres.
I: - Si, también. Venga, descanse, mi abuelo decía que campo descansado da buena cosecha.
E: - ¡Que sabio tu abuelo! (irónico)
I: - ¿Vio? Y eso que lo único que hacía era trabajar un campito.  Se murió joven. Yo tenía como diez pero me acuerdo.
E: - ¿De qué murió?
I: - La verdad, nunca se supo. Lo encontré yo. Me acuerdo. Era de madrugada. El salía temprano, ¿vio? Estaba sentado en el tractor con los ojos perdidos en el horizonte. Tranquilo. Nunca lo vi tan tranquilo. Hacía frio. Él estaba frío. Muy frío. Lo llamé pero no me habló. (Se emociona) Estaba tranquilo.  Y yo lo quería. Era más un padre que un abuelo. Bueno, no tuve padre.  (Se le corta la voz)
E: - Bueno, no sos el único. El hijo de puta de mi viejo se rajó cuando yo era chico. Ni me acuerdo quién es. Bueno, mejor. A esta altura tendría que estar soportando a un viejo choto que te llena la cabeza de consejos. Tengo un amigo que le pasa eso. Putea todo el día.
I: - Bueno, pero a lo mejor tenía alguna razón para irse. Su padre, digo.
E: - A esta altura ni me interesa.
I: - Pero es importante tener… (Pausa) Bueno, no me haga caso. Uno se va haciendo viejo.  Piensa más en lo que hizo ayer. Y el pasado está lleno de fantasmas. ¿Vio? Mire, ¿quiere que le diga más?
E: - ¡No!
I: - Le digo más. El día más feliz de mi vida fue cuando nació mi hijo; pero después…todas, todas malas decisiones. Ya no se pueden cambiar, doctor. Esa es la cagada con el pasado.
E: - Ah, tiene un hijo el filósofo. (Irónico)
I: - No, yo no... Bueno, tenía. Yo…le quería decir…
E: -¡Basta! Qué, ¿me vas a dar consejos ahora? Guardátelos.
(Ruidos de muebles corriéndose y escombros cayendo)
E: - Parece que están cerca. Ojala nos escuchen. (Va a la puerta, golpea y grita)
I: - ¿Usted vivió sólo con su madre? Cuando su padre se fue, digo. ¿Todavía vive con ella?
E: - ¿Eh? Si, no. No sé a qué viene esto ahora. Parece que no entendés. ¿Ya te atacó el alemán? ¡Estamos encerrados! ¿O ya te olvidaste? ¡Estamos en-ce-rra-dos! ¡Y cómo vamos, con pocas posibilidades de salir!
I: - Si, ya sé que…
E: - ¡No! Parece que no sabés nada. ¡Cómo podés estar tan tranquilo!  ¡Podemos morir acá! Ahogados por el polvillo o por el humo; aplastados; o quedarnos sin aire. Y vos así, el tipo tranquilito como si estuviera tomando mates en el parque.
I: - Unos mates vendrían bien. ¿A usted le gustan amargos o dulces?
E: - No, si yo estoy cagado por un elefante. Terminar encerrado en este sótano de mierda con este viejo pelotudo. ¿Por qué carajo se me ocurre lavar la ropa hoy? ¡La concha de la lora! ¿Por qué mierda me tuve que venir a vivir a este edificio de mierda?
I: - Tranquilícese. No va a lograr nada poniéndose nervioso.
E: - No sé que me saca más: estar encerrado o que vos me quieras tranquilizar. Evidentemente no te da la cabeza para darte cuenta del problema. Bueno… portero, ¿qué se puede esperar?  Saben barrer y ya los contratan.
I: - No vaya a creer, yo tengo el primario.
E: - ¡Ah! Bueno, menos mal. (irónico)
I: - (murmurando y aparte) Esta medio estúpido este muchacho.
E: - ¡Acá el único estúpido es usted!
I: - Ah, me estaba escuchando.
E: - (señalando alrededor) Y si…es un país chico.
I: - No tenga miedo, ya todo va a terminar.
E: - No tengo miedo.
I: - Debería.
E: - ¿Qué?
I: - Digo que raro que una persona como usted, profesional y sabio, tenga miedo.
E: - Ya te dije que no tengo miedo
I: - Hace bien en tener miedo. Mire lo que son las cosas, a mí los miedos me gustan. ¿Vio que la gente se escapa de los miedos? Bueno, yo los uso.  Si, en serio. Bueno, lo que pasa es que me cansé de tener miedo.  Al final se trata de sobrevivir. ¿No? Vivir es difícil. Usted capaz que no lo sabe porque tuvo una buena vida.
E: - No vaya a creer. No es fácil crecer con media familia. Mi vieja laburó muchísimo. Mientras estudiaba la veía que no paraba y no paraba. Dos trabajos y no alcanzaba. Y cuando al fin me recibí y conseguí un laburo yo… Hubo un robo en casa, la encontraron muerta, acuchillada. No sé que le iban a robar a la pobre vieja.  (Ignacio se desploma y cae de rodillas) Eh, ¿qué te pasa? Debe ser el encierro.
I: - (Se recupera y balbucea) Si, sí, eso debe ser. (Pausa larga) Nada tiene sentido en la vida si todo termina con la muerte. ¿No le parece?
E: - ¿Le tenés miedo a la muerte?
I: - Antes sí. Cuando estaba vivo.
E: -¡Ahora estas muerto! Con razón el olor...
I: - Pero no crea, morir no es fácil. Hay que saber morir. (Pausa y sonríe) Ahora que lo pienso: saber morir cuesta la vida, (sonríe) Lo leí por ahí. (Ríe a carcajadas y Eduardo lo mira fastidiado) ¿Otra vez no lo entiende? Decía, saber morir…
E: - Basta, dejalo ahí.
I: - Es que la muerte es una porquería, al final te mata. (Carcajadas)
E: - (murmurando) ¡Dios mío! Qué pelotudo es este tipo.
I: - ¡Epa!
E: - Estaba escuchando.
I: - Y…es un país chico. (Pausa) Doctor, ¿usted cree en Dios?
(Se escuchan golpes cercanos desde el exterior)
E: - ¿A qué viene eso?
I: - Como dijo “Dios mío”…curiosidad.
E: - Creer por creer es una pelotudez. Hoy la gente cree en cualquier cosa y así le va.  Yo desconfío de todo. Es la única manera de sobrevivir.
I: - En algo hay que creer. Yo creo en Dios y creo en las casualidades. Mire donde vengo a conocerlo. (Bebe)
E: - No te ofendas pero, yo no tenía intenciones de conocerte, y menos en estas circunstancias.
I: - No si, lo entiendo.  Quien iba a querer conocer a un portero, ¿no? Aunque los porteros conocemos a todos. (Pausa larga) Pero todos creemos en algo más allá de la vida, ¿no? Aunque a veces cuando pasan cosas como estas uno piensa por qué Dios lo permite. O como el tipo ese que usted llama el loco del cuchillo…como es que Dios lo permite.
E: - Dios es un invento para tipos ignorantes. Cuando no saben algo, aparece dios. Son patéticos. ¡dios! ¿Me escuchaste? (mira hacia arriba)
I: - Acá estoy, acá sentado. (Sonríe)
E: - (Mira a Ignacio con fastidio y recita) “¿Está dispuesto Dios a prevenir la maldad pero no puede? Entonces no es omnipotente. ¿Puede hacerlo pero no está dispuesto? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y además está dispuesto? Entonces de donde proviene la maldad. ¿No es capaz y tampoco está dispuesto? Entonces, ¿por qué llamarlo Dios?”
I: - Doctor, ¡Usted es un genio!
E: - Yo no, en todo caso Epicuro.  De la facultad…
I: - Igual no entendí mucho pero, ¡qué discurso! ¡Usted podría ser político!
E: - Lo que me faltaba. Seguro que el voto tuyo ya lo tengo.
I: - ¡Ni lo dude! Y de todo el sindicato de porteros.
(Se escuchan ladridos lejanos)
I: -¿Qué le dije? Andan con perros.
(Eduardo va hasta la puerta, golpea y grita)
E: - La puta madre. Hasta cuándo vamos a estar acá.
(Ignacio toma una revista vieja, le sacude el polvo y lee)
I: - “¿Cómo salir del encierro?”
E: - ¿Qué decís?
I: - Acá dice: “Cómo salir del encierro” (E. lo mira angustiado) “Para salir del encierro, salga a pasear por un parque, haga ejercicios, conozca gente, cómprese un perro…” Ah, lo del perro esta bueno, yo me acuerdo…
E: - Dejá de decir boludeces. Estamos por morir ahogados y vos leyendo pavadas.
I: - Bueno, hay que matar el tiempo. (Pausa) Hablando de matar…
E: - ¡Basta! Parece que disfrutaras de todo esto, ¿no?
I: - Bueno, bueno, no es para tanto. Piense que si salimos va a tener una buena experiencia para contarles a sus amigos.
E: - No tengo amigos.
I: - Ahora me va a decir también que tener amigos es una pérdida de tiempo, ¿no?
E: - Ya lo creo. Al final todos te cagan, están con vos por conveniencia pero cuando no te necesitan, chau.
I: - Bueno, en eso somos parecidos, ¿vio? Yo tampoco tengo amigos. Se me han ido muriendo todos. Por eso nadie me va a venir a buscar. (Pausa) ¿Y a usted quien lo vendría a buscar ahora?
E: - (Eduardo calla pensativo. Toma su celular e intenta comunicarse) La puta madre, todavía no hay señal.
I: - ¿A quién quiere llamar?
E: - ¿A vos qué te importa?
I: - Aunque no lo crea, me importa.  ¿Por qué quiere salir de acá? Si estamos bien. Aproveche la tranquilidad. Acá nadie lo molesta. ¿Se dio cuenta? Acá nada vale. Sólo la vida vale. Sólo la vida, doctor. Seguro que afuera usted tiene muchas cosas que valen mucho. ¿No? Pero acá todo eso no sirve para nada. Ni el teléfono le anda.
E: - Vos hablás porque no tenés donde caerte muerto.
I: - Ah, pero usted es más cerrado que culo de estatua.
E: - Callate de una vez.
I: - ¿No entiende lo que le digo? Mire, usted es muy joven para estar encerrado acá. Es muy joven para morir. Pero tómelo con calma, es como un aprendizaje. No todos tienen la oportunidad para aprender qué es lo valioso, lo importante. Y si no sale de acá, por lo menos muera con dignidad.
E: - ¿Vos sabés que no te escucho? ¡No te escucho! (Se tapa los oídos)
I: - Ah, porque no me escuche la puerta se va a abrir sola (irónico) ¿Qué tiene ahora? La vida. Ah, y la ropa sucia de los lunes (ríe). ¡Nada más! ¿Vio? Para respirar no hace falta nada más.
E: - ¡No te escucho!
I: - Nunca me escuchó. Los mensajes en la casilla de correo. O en el teléfono. Yo le avisaba. Le decía “disfrute de la vida, doctor”, “la vida es corta, doctor”.
E: - ¿Eras vos?
I: - Ah, ahora me escuchó.
E: - ¡Eras vos! ¡Qué hijo de puta! Sos una mierda. Primero pensé que era propaganda de un seguro de vida. Después me convencí que eran amenazas por algún caso. ¡Eras vos!
E: - Pero usted no me escuchó. Vivía comprando cosas: autos, buena vida, hasta abrazos. Pero, ¿sabe doctor? Hay cosas que no se compran. Yo le digo porque de eso sé un montón.  Por eso estamos solos.  Y mire como terminamos. ¡No lo puedo creer! ¡Qué justo el sísmico! Usted y yo encerrados juntos. (Pausa larga)
E: - ¡No vamos a salir más de acá!  ¡La puta madre! (Pasa del enojo al abatimiento) Terminar así. Yo quería otra cosa. Toda mi vida me la pasé corriendo, buscando. Quería que mi mamá, esté donde esté, se sintiera orgullosa de mí. Quería mostrarle que pude. Tenía sueños, ¿viste?, como todo el mundo, pero todo cuesta.  A veces, cuando estoy por dormir, cierro los ojos y la veo. Ella hacia algo con su sonrisa que me encantaba. Aunque te estuviera retando por alguna cagada siempre, en algún momento, se le escaba esa sonrisa. No era una risa, era un movimiento diminuto de los labios; se le formaban como dos huequitos…  Y cuando había ruidos y gritos, jugábamos a las escondidas, ella contaba y yo me escondía, me tapaba los oídos, pero igual… Al final, cuando volvía el silencio, siempre sentía su mano temblorosa que me rescataba de mi escondite y volvía a su abrazo. Su abrazo era… fantástico.  Una vez, él me encontró. Tuve unas marcas por varias semanas. Me daba vergüenza ir al cole. ¿Qué iban a decir los chicos? Que era un cagón, que me   escon-
día en vez de defenderla. Y un día los gritos desaparecieron. Una semana después cuando volví del cole; un lunes, la llamé, la busqué, y no me contestó. Era muy raro, porque siempre escuchaba su grito desde la cocina: “Lavate las manos, vamos a comer” y sentía ese olorcito rico. Pero ese día no me gritó. Estaba boca abajo en el piso de la cocina. A su alrededor, se había mezclado la salsa de la olla con su sangre.  Después no me acuerdo que pasó. Se me borró todo lo demás.
I: - (Aplaude estridentemente) ¡Bravo!  ¡Bravo!  (Irónico) ¡Usted sí que ha sufrido, doctor!
E: - ¿Por qué no te vas a la mierda? La concha de tu hermana.  ¡Qué pelotudo!
I: - ¡Epa! Qué vocabulario doctor, ¿eso lo aprendió también en la facultad?
E: - Resultaste una basura al final. No tenés respeto por nada.
I: - Ah, ¿quiere hablar de respeto? Bueno, hablemos de respeto. ¡Hablemos de respeto!
E; - ¡Ya no quiero hablar!
I: - ¡Pero yo sí!  Por qué no hablamos del respeto que tienen ustedes, los que se creen superiores. Ah. De eso no se habla ¿no? Si usted mismo hace un rato me trato de “portero”. Como si fuera un trabajo de mierda.  (Bebe de la petaca, se termina y la tira)
E: - Hay que ganarse el respeto. En vez de agarrar una botella hay que ponerse a trabajar, hacer algo útil. O mejor, porque no empezás por respetarte a vos mismo, forro.
I: ¿Ve lo que le digo? Todos ustedes se creen mejores.  ¿En su casa no le enseñaron el respeto?
E: - Si que me lo enseñaron. Pero después la vida te enseña a quien debes respetar y a quién no.
I: - Bueno, después de todo somos diferentes.
E: - ¡Ya lo creo! ¿Sabe qué? Sí, creo que soy mejor que vos. Yo me levanto todos los días a laburar. Laburar en serio. Sentarse en la puerta a mirar a los que pasan no es laburo. ¡Y encima te pagan!
I: - Ah; ¡porque el doctor trabaja para construir una sociedad mejor! (irónico) ¿Sabe como lo llaman a usted en el barrio? ¡El carancho! Yo primero no sabía por qué lo llamaban así hasta que pregunté. Me conto Pedro, el diariero del puesto de la esquina. ¿Vio? Usted se la pasa corriendo detrás de la miseria por la guita.  ¿Quiere que le diga más?
E: - ¡No!
I: - Le digo más doctor, me enteré que ese departamento donde vive se lo quitó a un tipo que tuvo un accidente.
E: - ¡Basta! No sabés lo que decis, borracho de mierda.
I: - Puede ser que yo sea un borracho, doctor, pero no soy un hijo de puta. Un solo error cometí en mi vida. Uno grande, que no me deja dormir. (Se acerca a Eduardo y éste lo aparta con un empujón)
E: - A veces un solo error te condena.  Se paga con la vida.
I: - (Había empezado a buscar entre los trastos del sótano; encuentra una botella; comienza a beber ansiosamente) La vida es una mierda. No te deja levantar cabeza. Nadie te da bola…ni siquiera para escupirte. Te echan de todos lados. Si todo el mundo chupa. ¡Ah! Pero claro…el champán con yuyi no es como el tetrabri. Pero todos chupan igual. Y se dan.  Pero a los perros nos echan de todos lados. (Se nota su estado de ebriedad) Nadie entiende. Y después que te queda, nada. Te quitan la familia, te quitan el techo, hasta la cama.  ¡A la calle borracho de mierda! Todos son una mierda. La vida es una bosta. ¿Y qué te queda? ¿He? ¿Qué queda? ¿Sabe qué queda doctor? ¡Nada! No, no doctor, quedan unas ganas de mandar todo a la mierda. ¡Ah! Pero sólo no, sólo no. Se vienen todos conmigo. (Ríe a carcajadas)
E: - ¿De qué carajo estás hablando? Dejá la botella. Dejala, te está comiendo el cerebro.
I: - Y usted ¿qué sabe?  ¿Ahora es médico también?
E: - ¡No tomés más! Si te hace mal…
I: - Usted no sabe nada, doctor. ¡Usted no sabe nada! (se acerca amenazante a Eduardo) ¿Qué va a saber? Si usted es una mierda como todos ellos.
E: - (empuja a Ignacio y éste cae como peso muerto) ¿Ves lo que te digo? Te hace mal. ¡Calmate! Quedate ahí.
I: - Si no pensaba ir a ningún lado… (Se levanta lentamente y va hacia los trastos) Usted no sabe nada. (Murmura) Usted no sabe, no sabe, no sabe una mierda, no sabe. (Mientras murmura busca en una caja de cartón; saca una bolsa)
E: - Mierda. ¡Mierda! (Va hacia la puerta y golpea desesperado, asustado) ¡Ayuda! ¡Ayúdenme por favor! ¡Sáquenme de acá! ¡Ayuda! Ayuda. (Va bajando la voz entre sollozos mientras se desliza hacia el suelo con la espalda sobre la puerta) Por favor. Por favor. Por Dios que termine esto. Que termine de una vez.
I: - (Saca de la bolsa un gran cuchillo, un haz de luz ilumina el cuchillo que debe reflejar en toda la sala. El público lo ve pero no Eduardo) ¿Sabe, doctor? Uno siempre tiene que terminar lo que empezó. No tenga miedo doctor, no tenga miedo. Ya va a terminar todo.
(Comienza a sonar el celular de Eduardo)
 (Ruidos de escombros cayendo - Apagón – Ruidos de golpes y de un cuerpo cayendo – se enciende una luz sobre Eduardo que está en el centro de la escena con el cuchillo ensangrentado en la mano)
E: - Ahora sí se terminó, papa. Ahora sí.

Música y apagón final